Abre las posibilidades sobre quién eres


Abre las posibilidades sobre quién eres

Quiero compartirte que en coaching existe el término: “Reencuadre” que es cuando a través de preguntas poderosas, desmitificación de creencias o conversaciones, el cliente logra mirar su situación desde un marco de referencia totalmente diferente y desde ahí se abren posibilidades y soluciones que antes no había.

Esta es una experiencia que es difícil generarla por sí misma, generalmente es a través de una conversación. No es exclusiva del coaching y seguramente muchas veces has vivido un reencuadre en una plática o en un curso u otra forma de aprendizaje o desarrollo personal. Lo que no es común es que sea un proceso individual corto, sino a través de una experiencia fuerte de vida.

Otra manera de verlo es como el milagro es definido por Marianne Williamson: “Como un cambio de percepción que impacta en la situación o circunstancias”. Quiero compartirte un reencuadre sobre mi vida que interpreto como un milagro, un salto de consciencia, un cambio de perspectiva que me dio la oportunidad de conectar conmigo de manera diferente pero sobre todo, con una historia que me sucedió en una meditación.

Hace 10 años tuve uno de mis peores cumpleaños y cuando veía las fotografías de los álbumes familiares no me reconocía a mí misma y lloraba. Tuve que aprender a dejar de definirme a través de mis historias tristes, siempre hubo añoranza a la que era antes de todas esas experiencias difíciles y tristes. ¡Claro que era una víctima! y aunque aprendí a responsabilizarme de mí misma, en mi proceso siempre existía dolor que fue transformándose en frustración y estos años no veía mis planes cumplirse cabalmente. Miraba mi vida como ciclos de transformaciones profundas, como la mariposa. Muy bonita la mariposa, pero que desgastante me parecía el proceso de estar en el capullo y transformar mi ADN.

Hoy me veo en mi vida diferente y las pérdidas pasaron a ser ayuda donde me quitaban las cargas, las capas que no correspondían a quien era. No eran historias tristes, era un proceso de liberación. Mi apego a mis antiguas formas lo hacía triste. No era transformación ni un capullo, era un proceso de encuentro conmigo misma. Al quitarme las cargas me daba cuenta que siempre había estado completa pero ahora estaba ligera y podía mirarme más fácilmente. Me reconocí. Deje de ver mi vida lineal y la vi en espiral, entonces no viví situaciones difíciles sino simplemente vivía una vida de ciclos en movimiento, con diferentes ritmos, no había inicios ni finales, sólo cambio de ritmos, ingresos y salidas de personas en esa espiral. No eran duelos, no había a nadie que extrañar porque tenía la certeza de que no me necesitaban ni yo a ellos, sólo había agradecimiento. Todo estaba en movimiento, y cuando me encontraba con alguien bailábamos acompañándonos en el momento. Me di cuenta que no vivía la vida de mis sueños, porque me había apegado a las formas en que debía manifestarse pero que sí soy feliz y muy plena, que estoy más cerca de ser yo misma en toda mi plenitud. 

Entendí que la historia que me conté sobre quien era, sobre lo que quería, sobre cómo debían ser las cosas, sobre los planes y tiempos que debía lograr mis metas, sobre cómo quería que fueran mis relaciones, las historias que me conté sobre mis experiencias y aprendizajes, lo que me conté sobre mi cuerpo, las características con las que me definía, la manera como califiqué mis experiencias y lo que determiné que era mi identidad, no era yo.

Solté el apego a la identidad que me conté sobre quien soy y en quién debería convertirme, el camino para lograrlo y lo que me hace feliz. No se trataba de reinventarme o cambiar sino de encontrarme, reconocerme y aceptarme.

No necesito nada, estoy completa. En ese tiempo escuché una frase que no recuerdo donde leí: “La verdadera abundancia consiste en saber que todo lo que necesito, se me será dado”… ¡Ah! Pero eso no quiere decir como yo quiera. Soy mucho más que lo que yo creo que soy. Que mi propósito en la vida es ser feliz y para ser feliz requiero ser YO MISMA. Eso sólo es posible si reconozco mis talentos y dejo de tener miedo a brillar.

Reconozco a mi cuerpo como mi gran maestro pero puede cambiar y no es parte de mi identidad, sólo es una herramienta de mi alma. Que tengo un ego para mostrarme a través de su obscuridad la oposición que me permitirá encontrar mi luz, que las heridas se sanan, que el pasado ha terminado. Que con los pies bien plantados en la tierra puedo soñar mirando las estrellas. Mis imperfecciones y limitaciones son parte de mi autenticidad. Que estamos para acompañarnos, no para sostenernos. 

Ojalá tú también resignifiques tus pérdidas en aprendizajes, tus experiencias en bendiciones y sueltes la idea que tienes de ti para darte cuenta que eres más grande de lo que ves en el espejo. Suelta incluso las historias sobre cómo haz sido feliz, hay muchas maneras de ser feliz. No regreses, cambia, crea. Mereces lo que deseas y tus más grandes sueños son una guía de tu alma para encontrarte con tu corazón y tu propósito. Toma el poder del libre albedrío para vivir la verdad de tu esencia.

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